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Cooperación, protagonismo y derechos de los pueblos

    Alberto Castagnola , Cecilia Chiovini

    en Peuples/Popoli/Peoples/Pueblos, n.ro 5 (noviembre 1984)

    Los días 23 y 24 de junio de 1984 se celebró en Roma una conferencia, organizada por la Liga con la colaboración del Departamento de Cooperación al Desarrollo del Ministerio de Asuntos Exteriores, las organizaciones de voluntarios COSV, MLAL y MOLISV, sobre el tema: “Derechos de los pueblos y cooperación, la eficacia de la ayuda al desarrollo”. Informaron Cecilia Chiovini, secretaria de la Liga Italiana, y Alberto Castagnola, de la junta ejecutiva de la Liga.

    Discutiendo en la ejecutiva nacional de la Liga por los Derechos y la Liberación de los Pueblos las razones que nos habían impulsado a organizar la conferencia sobre los derechos de los pueblos y la cooperación, partimos de la cuestión de si la Liga, proyectada para apoyar los derechos de los pueblos, no necesitaba seguir la evolución de la historia de los pueblos, desde los pueblos oprimidos hasta los pueblos liberados, teniendo ante sí toda la cuestión de la construcción de una economía nacional alejada de la dominación económica de los antiguos países colonizadores y capaz de elevar el nivel de vida de las poblaciones. Al dar una respuesta afirmativa, atribuyó también a esta tarea su propio valor político, es decir, el de una reflexión sobre todos los problemas de los países de reciente y antigua independencia, proceso ciertamente no previsible e indoloro, pero punto de llegada inevitable en la historia de los pueblos que hoy, por otra parte, se interrogan sobre la segunda fase, el decisivo para la afirmación de los valores más globales de la independencia, es decir, el que permite la autonomía efectiva de un pueblo, su capacidad de presentarse en la escena mundial como portador de sus propios valores, medidos no por el carácter agresivo y hegemónico de su imagen, sino por los niveles de civilización de sus poblaciones.
    Cuando hablamos de niveles de civilización, no nos referimos sólo a aspectos cualitativos (analfabetismo, mortalidad infantil, etc., que son aspectos importantes), sino a la forma en que se alcanzan esos niveles de civilización y, por tanto, a qué tipo de relación se ha establecido entre el Estado y la sociedad civil en el difícil camino hacia la industrialización en los países en desarrollo.
    Este momento político se captó muy bien durante la fase de conferencias, con la presencia en los trabajos no sólo de expertos en cooperación, organizaciones no gubernamentales, organizaciones de estudios, todos ellos considerados insiders, sino también de numerosos representantes de organizaciones extranjeras, sindicatos, partidos políticos de izquierda, movimientos de liberación y solidaridad con los países del Tercer Mundo, instituciones internacionales, el mundo universitario, así como casi todas las organizaciones de la Lega presentes en el país. Pretendíamos partir de supuestos políticos muy precisos, es decir, buscar en el carácter de la Liga, en su línea política, en sus formas de funcionamiento, las motivaciones culturales y políticas respecto a la forma en que se relaciona con la cuestión de la cooperación, en un análisis de la efectividad de los derechos de los pueblos esbozados en la Carta de Argel.
    El informe de Senese y las numerosas comunicaciones escritas presentadas, la mesa redonda y los trabajos en grupo, ¿respondieron positivamente a la tarea, ciertamente nada fácil, de confrontar experiencias y sensibilidades tan diversas en la conferencia? Adelantamos una respuesta afirmativa, aunque la conferencia en cierto modo canalizó un debate, representando un momento importante de reflexión, que deberá continuar en los próximos meses.
    El objetivo que nos habíamos fijado era examinar los aspectos que caracterizan la cooperación y, por tanto, qué prioridades de opciones económicas, qué tipo de intervenciones, cómo se llevan a cabo, es decir, quiénes son los sujetos y los objetos de la cooperación y, por último, en qué modelos culturales se inspiran, qué procesos determinan el nivel de las condiciones materiales, culturales, etc.
    Nunca se dirá lo suficiente que la industrialización del Tercer Mundo, ya sea pública o privada, no produce necesariamente las fuerzas necesarias para su transformación y su orientación en beneficio de los pueblos. Mucho depende de quiénes sean los objetos y sujetos de la cooperación, de qué objetivos se persigan y de cómo funcione.
    Es decir, el protagonismo de los propios pueblos no es sólo un eslogan político o una utopía, sino una realidad permanente que también debe aprovecharse para encontrar soluciones a los problemas de todos (Norte y Sur juntos). Por eso hablamos de una relectura de la Carta de Argel, empezando por los artículos 1 y 2 (derecho de cada pueblo a existir, respeto de la identidad nacional y cultural); se trataba, pues, de examinar qué lógicas siguen predominando en las relaciones de cooperación.
    Hay un Norte que tiende a reproducir nuevos modelos de neocolonialismo económico y cultural y un Sur atrapado en las limitaciones de la lógica de la división del mundo en bloques y en la extrema dificultad de “pesar” en los distintos centros económicos y en las distintas cuestiones económicas (Fondo Monetario, precios de las materias primas, etc.). Justamente en la Carta de Argel, en los artículos 8, 9, 10, 11, 12, se reafirman los supuestos de “cooperación como interés mutuo y no de una sola parte”.
    Forese, en su informe sobre este tema, señalaba muy agudamente que la cooperación, tal como se practicaba, agravaba el problema del Sur Global. El nuevo orden económico internacional no está a la vuelta de la esquina. Hay que tomar otros caminos, partiendo de la base de que el desarrollo debe ser específico, diferente de un país a otro, una liberación progresiva del hombre de las necesidades primordiales y una capacidad de control de la naturaleza.
    El desarrollo “egocéntrico” plantea una nueva perspectiva. En primer lugar, hay que garantizar la autosuficiencia alimentaria y superar la condición de asistidos: hay que reconstruir el tejido y la identidad colectiva, el autorreconocimiento del sujeto colectivo. Por tanto, hay que hablar de intervenciones, pero también tener en cuenta que sigue siendo el elemento humano el que debe guiar los instrumentos. Y es aquí donde la cooperación se encuentra con los derechos de los pueblos, con la Declaración de Argel.
    Tomemos algunos de los artículos significativos en este contexto y veamos las consecuencias teóricas y prácticas de los supuestos de la Carta. Cuando el Artículo 1 se refiere al derecho de un pueblo a existir, el primer hecho que emerge es que el derecho a alimentarse, a colocarse en condiciones de vivir no como un asistido, no como un paria, como un parásito, es el significado primordial de esta existencia. Un pueblo totalmente dependiente tiende a desaparecer como pueblo, tiende a no existir.
    Pero incluso el artículo 2, que reafirma el derecho a la propia identidad nacional y cultural, sugiere que la disposición, la imposición de tecnologías que trastornan el modo de vida, la cultura, el sistema de valores del pueblo en el que se invierte, va en el sentido de la destrucción progresiva de la propia conciencia colectiva.
    Este es el caso emblemático del erróneo impacto de las intervenciones de ayuda hacia las mujeres, que ha supuesto para las africanas una indudable merma de su estatus social como consecuencia de su reconversión a modelos de industrialización occidentales que han desposeído a la mano de obra agrícola femenina tradicional, como bien señalaba Cinzia Giudici en su comunicación.
    El artículo 11 (derecho a elegir autónomamente el propio sistema económico-social) evoca no sólo ejemplos de sujetos-pueblos sometidos a la devastación del imperialismo impuesto por la lógica capitalista, sino también otras rupturas igualmente devastadoras, como las producidas por la invasión de Afganistán justificada por la necesidad de derrocar una “cultura”, la afgana, calificada por los invasores de “arcaica y atrasada”.
    Y las referencias pueden multiplicarse: artículo 13, defensa de la lengua; artículo 14, defensa de las riquezas artísticas e históricas (y aquí hay que decir que la alteración de los hábitos mentales impuesta por las prácticas de “información-educación” constituye un ejemplo de gran violencia cultural); El artículo 17, que reafirma el principio democrático y exige la práctica de la toma de decisiones con la participación de todos los interesados (y cuántas veces, en cambio, la cooperación parece ser funcional a unos pocos y, en última instancia, al mantenimiento de regímenes dictatoriales, hasta el caso de la ayuda al desarrollo destinada a Etiopía convertida en armas utilizadas para aplastar la lucha del pueblo eritreo que reclama su propia autodeterminación).

    Resulta más difícil hacerse una idea de las indicaciones que surgieron en el transcurso de los trabajos, entre otras cosas porque, si el objetivo subyacente de la iniciativa era cuestionar la contribución real de la ayuda internacional al desarrollo, la propia complejidad del problema hacía imposible llegar a conclusiones orgánicas en el breve espacio de unas horas de debate. No obstante, la sensibilidad de los participantes ante el problema quedó patente y el material documental distribuido contribuyó sin duda a enriquecer los análisis y debates que ya se venían produciendo desde hacía tiempo, especialmente entre las organizaciones directamente implicadas en la cooperación técnica. Sin embargo, es posible, teniendo en cuenta en particular los resultados obtenidos en el marco de los grupos de trabajo, recordar algunos de los aspectos más profundizados o subrayados, tanto en relación con el tipo de “desarrollo” perseguido, como con los límites y errores de ciertas experiencias de cooperación internacional. En efecto, el primero de los grupos, que debía profundizar en los criterios inspiradores y los contenidos de las políticas de cooperación que se aplican en la actualidad, pretendía ante todo trazar un marco conceptual de la cooperación respondiendo a la pregunta: ¿qué cooperación para qué desarrollo?
    En esencia, los participantes en el debate rechazaron una vez más la hipótesis de un desarrollo basado en la exportación pura y simple de los modelos de desarrollo de los países industrializados, que tienen como criterio el aumento del producto nacional bruto sin preocuparse por el destino de la nueva riqueza producida, cuya distribución se confía a los mecanismos espontáneos del mercado. Se han expresado perplejidades sobre la eficacia de la propuesta del informe Brandt de una transferencia más masiva de recursos de los países más desarrollados a los países en desarrollo; sobre la interdependencia que existe entre los dos grupos de países; y sobre el supuesto interés de los países ricos en promover el desarrollo de los países pobres como condición para restaurar sus propias economías. De hecho, esta hipótesis, en su conjunto, resultó ser demasiado optimista y los países industrializados no mostraron ningún interés por el desarrollo real de los países del Tercer Mundo, persistiendo en su tradicional comportamiento explotador. Por otra parte, la hipótesis de un modelo de desarrollo endógeno basado en la satisfacción prioritaria de las necesidades obtuvo la aprobación general de los participantes. Curiosamente, a pesar de las limitaciones de tiempo, se hizo un esfuerzo por definir con precisión este modelo de desarrollo para evitar los riesgos de una concepción autárquica o reductora del desarrollo. Este modelo de desarrollo debe ser:
    1) basada en la satisfacción de las necesidades básicas del hombre (de todo el hombre y de todos los hombres); las necesidades son las naturales, pero también las espirituales, político-culturales, etc.
    2) endógenos, es decir, correspondientes a las necesidades derivadas de la especificidad cultural que deben surgir del interior y recibir aportaciones del exterior seleccionadas críticamente. Uno se desarrolla, el otro no.
    3) autónomo, apoyándose en sus propias fuerzas, utilizando en primer lugar sus propios recursos y tomando sus propias decisiones en función de su realidad, de sus necesidades.
    4) ecológicos, en armonía con el medio ambiente y la naturaleza con la intención de aprovecharlos y dejarlos intactos para las generaciones futuras.
    5) capaz de transformación estructural.
    Según los participantes, este modelo de desarrollo tiene como eje vertebrador una categoría a la vez política y moral, la defensa de las personas y los pueblos. En este sentido, la lucha contra el hambre es la prioridad de las prioridades de cooperación, como defensa del derecho fundamental a la vida.
    En cambio, se rechazó unánimemente la hipótesis de una intervención específica para salvar a un número definido de personas (dos, tres o cinco millones) en un tiempo definido (un año) mediante la creación de un organismo ad hoc (Alto Comisionado). Esta hipótesis, que corresponde a un enfoque cultural paternalista, no puede escapar a la lógica de la ayuda alimentaria masiva, con graves consecuencias para la agricultura local, perturba las estructuras encargadas de la cooperación y crea una brecha entre la intervención extraordinaria y la estructural.
    Por ello, los miembros del grupo expresaron su deseo de que las intervenciones relacionadas con la lucha contra el hambre vuelvan a integrarse en las estructuras de cooperación y se lleven a cabo a través de proyectos integrados que sean coyunturales y estructurales al mismo tiempo.
    También sobre la base de los resultados del debate que tuvo lugar en el seno del primer grupo, ya pueden señalarse algunas evaluaciones relativas a los instrumentos individuales de las intervenciones llevadas a cabo en el marco de la cooperación internacional. los participantes, por ejemplo, afirmaron que, basándose en su experiencia, los regalos resultan más congeniales con el modelo esbozado anteriormente que los créditos de ayuda. De hecho, estos créditos, por un lado, agravan la situación de endeudamiento de los países en desarrollo y, por otro, se utilizan junto con los créditos financieros como incentivos para la penetración comercial italiana en los países del Tercer Mundo. Aun reconociendo la gran importancia que reviste para Italia el fomento de sus exportaciones, se considera que deben preverse instrumentos ad hoc para este fin y que la cooperación no debe estar condicionada en ningún caso por las necesidades comerciales de nuestro país.
    Para un tipo concreto de exportación, la de armas, el grupo de trabajo pidió una prohibición explícita y estricta cuando afecte de cualquier modo y en cualquier medida a los fondos de cooperación. Se prestó especial atención al problema del endeudamiento, por las dimensiones que ha adquirido y los peligros que representa para el sistema financiero internacional. De hecho, la necesidad de resolver este problema crea el riesgo de que los recursos destinados a la cooperación se utilicen en cambio para resolver el problema del endeudamiento de un número limitado de países menos pobres, reduciendo o secando los flujos de ayuda a los países más pobres.
    Los otros dos grupos de trabajo, que habían elegido como temas de debate las intervenciones en los sectores productivos, con especial atención al sector agrícola, y las iniciativas en el ámbito social, destacaron una serie de aspectos de las actividades realizadas hasta la fecha en el ámbito de la cooperación internacional que constituían, al mismo tiempo, evaluaciones críticas de las experiencias pasadas e indicaciones sobre las transformaciones en curso y los nuevos objetivos que deben alcanzarse. Siguiendo el orden de los documentos finales redactados por los ponentes de los grupos de trabajo, cabe recordar aquí algunas consideraciones generales sobre la naturaleza de las intervenciones. En particular, puede considerarse que están experimentando una transformación sustancial en la dirección de una participación activa y responsable de las comunidades rurales, tanto por parte de los países interesados como de las organizaciones; esta tendencia también está presente en Italia, en lo que respecta a las iniciativas puestas en marcha en el Sahel.
    En perspectiva, habría que combinar microproyectos y macroproyectos, con la colaboración activa de los pueblos, con vistas a un desarrollo autocentrado, al tiempo que se multiplican los proyectos integrados (por ejemplo, agronómicos, zootécnicos, sanitarios). Además, según los participantes, hay que tener siempre presente que un buen conocimiento de la situación agraria (conocimiento de los suelos, medios de producción, clima, etc.) no está generalizado ni en el Norte ni en el Sur, lo que obliga a diseñar las intervenciones sobre el terreno y a partir de investigaciones amplias y profundas, que a su vez exigen cambios radicales en los criterios y métodos de financiación de los proyectos.
    Sin embargo, las carencias más importantes se encuentran en las fases iniciales, en las actividades de investigación, los centros universitarios, etc., que, por tanto, deberían modificarse y reforzarse para contribuir en mayor medida a la lucha contra el subdesarrollo.
    En repetidas ocasiones se hicieron consideraciones similares sobre el papel de los expertos, especialmente los que trabajan en la cooperación agrícola. Se han puesto de relieve ciertas carencias culturales de los “especialistas” (consecuencia directa de la ineficacia de las estructuras de formación), que en muchos casos tienen tendencia a exportar debilidades culturales a los países subdesarrollados, la dificultad a nivel de expertos individuales para romper la cadena de mentiras públicas y verdades privadas tan extendida en el sector, la escasez de experiencias de intervención que hayan valorizado realmente los “conocimientos” del mundo agrícola local, en las que el experto externo desempeña un papel esencial en la identificación de los problemas y sus posibles soluciones, pero secundario y no dominante en las fases de decisión y ejecución de las intervenciones.
    Por último, fueron especialmente importantes las referencias a los mecanismos de evaluación de los resultados de las intervenciones, no sólo al final de cada intervención, sino también y sobre todo durante la fase de ejecución y al cabo de los años para poner de relieve los efectos a largo plazo.
    ) modificar o condicionar el modelo de desarrollo de los países, en el sentido de “autonomía” o “dependencia”; construir un “banco” de informes críticos sobre los proyectos de cooperación sociosanitaria, que representaría un fondo común para las organizaciones de voluntariado y el MAE que se utilizaría para la formación y para la construcción de perfiles “reales” de los países con los que se coopera; incluir en estos “informes críticos y evaluativos” lo que se pudiera solicitar a los “comisionados”, para contar también con la opinión de los que han “recibido”; incluir en la cooperación, para que sea eficaz con respecto a la autonomía, no sólo lo que se refiere a las necesidades primarias, sino también los ámbitos avanzados de la investigación; promover una comparación de experiencias, de intervención y de evaluación, con las ONG de otros países; fomentar una ampliación muy intensa de la estrategia de “comandos” para los expertos del AMF, con el fin de favorecer la creación de un pool de recursos efectivamente disponibles y competentes; los organismos públicos, tanto nacionales como internacionales, deberían multiplicar sus esfuerzos para “capitalizar” y sacar todas las ventajas posibles del conocimiento de las experiencias adquiridas hasta ahora, especialmente por los organismos pequeños. Por último, cabe mencionar que los participantes en los grupos insistieron repetidamente en dos problemas cruciales: la información y los controles. Básicamente, se reiteró la importancia de la información, tanto en los países industrializados como en los países en desarrollo, con especial referencia a la información Sur-Sur que no depende de los medios de comunicación del Norte. En cuanto a los controles, se sugirió, siguiendo el modelo de lo que ya se ha hecho en otros países, como Canadá, la creación de estructuras básicas de control de las actividades realizadas por los organismos públicos responsables de la cooperación.
    En conclusión, la conferencia representó sin duda un momento “álgido” en la reflexión sobre la situación actual de los países subdesarrollados, no tanto por la originalidad de los aspectos destacados, sino como fase inicial de reflexión, en algunos casos en forma de autocrítica constructiva, sobre los problemas encontrados en el plano concreto y operativo de la cooperación. La documentación de referencia que circuló durante la reunión debería ser un estímulo más para el análisis y la revisión de las experiencias.
    Sin embargo, ciertamente uno no puede declararse completamente satisfecho, ya que algunos temas merecían un estudio mucho más profundo, mientras que las nuevas estrategias y los métodos innovadores de intervención seguían estando demasiado indefinidos. Por otra parte, es cierto que la conferencia constituyó una oportunidad, un estímulo, tal vez una provocación, para abrir un debate, para cuestionar criterios e instrumentos, para buscar formas nuevas y más eficaces de abordar los nuevos y viejos pero aún dramáticos problemas de los pueblos subdesarrollados.

    Castagnola y Chiovini,
    en: Peuples/Popoli/Peoples/Pueblos, n.ro 5 (noviembre 1984)

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    Léo Matarasso