Verena Graf
en Peuples/Popoli/Peoples/Pueblos N.ro 7 (noviembre 1985)
Los principales factores del crecimiento de la deuda pública en los países en desarrollo han sido la subida de los precios del petróleo y de los tipos de interés, factores, por tanto, independientes de los países deudores. Al fin y al cabo, los países pobres del Sur ceden sus recursos a los países ricos del Norte para pagar intereses. Para un país del Tercer Mundo que carece del capital necesario para su desarrollo, pedir dinero prestado es una necesidad. La situación se vuelve intolerable cuando las cantidades a devolver superan el valor de las exportaciones; sin embargo, el problema de la deuda oculta otros aspectos de las finanzas internacionales. Según el informe anual (1984) del Banco de Pagos Internacionales, la fuga de capitales sólo de los países latinoamericanos se estima en 50.000 millones de dólares para el periodo 1978-83, un tercio de la deuda externa. Esta huida es fomentada especialmente por los bancos suizos, que prestan así un valioso servicio a dictadores, generales corruptos, magnates de las altas finanzas y de la industria del Tercer Mundo, para quienes el mejor seguro es el intocable secreto suizo.
Para llegar a una solución del problema de la deuda, primero debe determinarse la responsabilidad. De hecho, cabe preguntarse por qué las altas finanzas internacionales han hecho tan poco por preocuparse de las condiciones en que se concedieron préstamos a un régimen de asesinos y especuladores como el de la junta militar argentina. Pero hay que plantearse otra cuestión no menos importante: ¿qué podemos hacer en nuestros países occidentales para que la deuda no suponga un freno al desarrollo de los pueblos del Tercer Mundo?
En primer lugar, hay que decir que es necesario que los países deudores se organicen y concierten para hacer frente a los países acreedores y a las instituciones internacionales. El grupo de Cartagena podría significar un primer paso para los países latinoamericanos. El problema es político y la respuesta debe darse a este nivel, y es dentro de este nivel donde deben encontrarse las soluciones “técnicas”. En cuanto a los países occidentales, las organizaciones no gubernamentales (ONG) tienen en ellos la gran responsabilidad de llevar a cabo un trabajo de base, de sensibilización, de concienciación de la opinión pública sobre los mecanismos reales de la deuda del Tercer Mundo. En concreto, se trata de informar, de denunciar sin tregua las injusticias que el sistema financiero internacional produce en los países del Sur.
En un país como Suiza, por ejemplo, las ONG podrían proporcionar información, que al fin y al cabo es la principal actividad de una ONG sea cual sea su ámbito de actuación, sobre las consecuencias que sufren las poblaciones en su vida cotidiana a causa de la deuda, pero también podrían presionar para que los bancos adopten una política diferente con respecto a la deuda, y no se conviertan en cómplices de los regímenes para los que recaudan fondos.
Hay que promover una labor de sensibilización en los propios países en desarrollo para que las clases dirigentes no adopten modelos que conducen a falsas necesidades y a la importación de bienes de lujo. También en este caso, las ONG occidentales deben prestar su apoyo a tales iniciativas tratando de ampliar el espacio de autonomía y autodeterminación de los países en desarrollo, de informar a la opinión pública sobre las responsabilidades y las soluciones, y de influir así en los poderes políticos nacionales e internacionales para que favorezcan un verdadero nuevo orden económico.
en: Peuples/Popoli/Peoples/Pueblos N.ro 7 (noviembre 1985)