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Diez años después de la Declaración de Argel

    Léo Matarasso

    en Peuples/Popoli/Peoples/Pueblos n.ro 8 (octobre 1986)

    Hace casi diez años, el 4 de julio de 1976 para ser exactos, por iniciativa de la Fundación para el Derecho y la Liberación de los Pueblos y la Liga Internacional para los Derechos y la Liberación de los Pueblos, ambas dirigidas en aquel momento por Lelio Basso, varias personalidades, juristas, economistas, políticos y dirigentes de movimientos de liberación nacional proclamaron la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos.
    Fue una empresa audaz, viniendo de personas que no tenían ningún mandato para hacerlo. La experiencia de los últimos diez años ha demostrado la conveniencia de este documento.
    Es cierto que la idea misma de que los pueblos tienen derechos, al menos el derecho a la autodeterminación, es antigua y ha sido proclamada a menudo en diversas declaraciones nacionales e internacionales.
    Pero sólo después de la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo con el proceso de descolonización, se empezó a definir el contenido y los contornos de estos derechos.
    El mérito de los redactores de la Declaración de Argel, como señaló el profesor Antonio Cassese, es que “trataron de unir una materia hasta entonces fragmentada e inconexa en un corpus orgánico, elaborando lo que podría llamarse la “Magna Carta de los pueblos”.
    Desde 1976, la Declaración, traducida a varios idiomas, se ha extendido por todo el mundo. Se ha debatido en las universidades y en los organismos de las Naciones Unidas, especialmente en nuestra Liga. Ha inspirado las sentencias del Tribunal Permanente de los Pueblos e incluso algunos textos oficiales internacionales.
    El objetivo de la reunión de Atenas no es revisar o actualizar la Declaración, sino confrontarla con el contexto internacional actual.
    El estado del mundo ha cambiado desde el preámbulo de 1976. La experiencia de los pueblos durante estos diez años debe ser estudiada con detenimiento, pero las perspectivas de futuro también deben ser, en la medida de lo humanamente posible, definidas.
    Los problemas del hambre, la deuda externa, la guerra y la paz son más agudos hoy que en 1976. Se abordarán todas estas cuestiones, pero se prestará especial atención al estudio de la transición de los movimientos de liberación de la lucha a las instituciones.
    Hemos querido que este número de nuestro Boletín sea una especie de preámbulo de la Conferencia de Atenas, con la participación de algunos de nuestros amigos de diversos países.

    Matarasso, Léo

    en: Peuples/Popoli/Peoples/Pueblos n.ro 8 (octobre 1986)

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