Lucien Bonnafé
en Hommage à Léo Matarasso, Séminaire sur le droit des peuples, Cahier réalisé par CEDETIM-LIDLP-CEDIDELP, Février 1999
Conocí a Léo Matarasso cuando las virtudes de la letra M llevaron a mi compañero de clase Jean Marcenac, estudiante en Toulouse, a vivir al lado de los hermanos Massat, Gaston y René, y de los hermanos Matarasso, Jacques y Léo, este último desde más lejos, porque ya estaba en París, pero seguía siendo muy “en el bucle”, un iniciador. Sus inclinaciones poéticas, ayudadas por su amistad con Ginette Conquet (la destinataria de las “Cartas a Ginette”), le habían llevado hasta Joël Bousquet. En la cima de nuestros recuerdos se encuentra la habitación de Carcassonne, decorada con pinturas surrealistas, donde el poeta, cuya columna vertebral fue destrozada por la “Gran Guerra”, desempeñó el papel de inmenso guardián en su cama. Es en torno a estos intercambios que Jean Marcenac habla de nosotros utilizando a Nietzsche, el “nos convertimos en lo que éramos” siendo surrealistas.
Leo, más allá de su posición de iniciador, desempeñó un papel de guía de inagotable fertilidad. Para mí, fue un excelente enlace entre mi posición como mediador del grupo de Toulouse (conocido como el movimiento K.O. o Trapèze volant) y el trabajo más fértil en París. Allí, su inserción fue deslumbrante. Gracias a él, y con él cuando su agenda se lo permitía (trabajaba mucho), pude enriquecer mis contactos en el mundo surrealista parisino: talleres de pintores, escultores y fotógrafos, como el de Man Ray, rue Campagne Première, donde conocí a René Crevel, el interlocutor más esclarecedor de nuestro movimiento.
Y el mundo del cine! Porque nuestra vanguardia cultural me situó en una posición central en la innovación que supuso el Cineclub de Toulouse, de ahí los numerosos viajes a París, como investigador y portador de tesoros cinematográficos, y mi agradecimiento a Léo por su inagotable apoyo como consejero, así como por su hospitalidad, que me permitió sentirme como en casa estando en París.
Decir que le debo mucho es demasiado poco, cuando sería más exacto decir NOSOTROS para traducir su papel de explorador, entre “nuestra gente”, entre los amigos y alrededor de ellos.
En esta trayectoria se producen momentos muy duros. Cuando las circunstancias me llevaron a ser médico-director del hospital psiquiátrico de Saint-Alban, en Lozère, cuando Jacques vino a refugiarse conmigo, Leo estaba a un tiro de piedra, en Aurillac. Me divierte, habiendo abandonado mi seudónimo parisino de Julien, encontrar a Leo operando bajo el nombre de “Sorel”.
Esta camaradería se convirtió en algo muy productivo cuando Eluard, tras publicar “Poesía y Verdad 42” con su propio nombre, y multiplicar sus actividades de Resistencia, llegó al nivel en que la poesía debía convertirse en clandestina.
El Sr. y la Sra. Grindel, habiendo elegido como “escondite” vivir con el médico de los locos en la Lozère, es gracias a nuestro fiel Léo, en el Cantal, que entramos en contacto con el líder de la Resistencia René Amarger, impresor en Saint-Flour. De ahí la intensa producción de la “Biblioteca Francesa”, tras la primera edición clandestina, que fue “Le musée Grévin” de François la Colère (Aragón).
Recuerdo la conversación en mi casa, durante la cual Léo propuso una edición especial en papel de ejemplares numerados (“Exemplaires de tête”, como los llamaba Lucien Scheler) destinada a honrar las contribuciones financieras de los bibliófilos de la Resistencia. Y el recuerdo de esta gran responsabilidad, la búsqueda del papel adecuado, el vínculo con la imprenta, es para mi “muy Leo”. Es a él a quien deben agradecer los propietarios de los ejemplares de lujo de los “siete poemas de amor en la guerra”, porque él es el principal iniciador.
He subrayado nuestros vínculos en estos tiempos brutales porque, para mí, dicen aún más sobre la solidaridad de la juventud y sus grandes descubrimientos y virtudes revolucionarias. Digo “revolucionario” porque, en un mundo que habla como vive, y siente y manipula la “revolución” a nivel de sus medios intelectuales, es mejor que los seres humanos apasionadamente comprometidos con la resistencia a lo inhumano no se dejen contaminar por la peyorativa de la idea de “revolución” que impera, y no abandonen su resistencia a lo inhumano.
Por cierto, Leo nunca abandonó esta resistencia.
No es el menor de sus méritos el haber sido, alrededor de él, una gran fuente de resistencia a la peor inhumanidad, el racismo.
Bonnafé, Lucien