Giuliano Carlini
en Peuples/Popoli/Peoples/Pueblos, n.ro 2 (Septiembre 1983)
Surgió y se desarrolló una confrontación entre las fuerzas políticas y sociales, las organizaciones de masas tradicionales y las nuevas formas de movilización, principalmente en los países más industrializados, pero también en los países del Sur.
La Liga, que siempre ha estado comprometida con las cuestiones de la naturaleza y las causas de la dependencia, con los procesos de liberación de los pueblos emergentes, pero también con las de los niveles y modos de desarrollo de la democracia y la libertad en todas partes, y con la relación entre la paz y la posibilidad de desarrollo, se ha impuesto desde el principio la tarea de debatir, comprender e intervenir en esta situación.
Hay dos áreas específicas de interés: el problema general del acelerado proceso de acumulación de arsenales militares, el mayor peligro de un conflicto nuclear, y el impacto de la reaparición del “equilibrio del terror” en términos exclusivos sobre la relación Norte-Sur.
La primera dirección ya era un esfuerzo por repensar en términos actualizados la relación existente entre la industria bélica y el sistema de producción (1) y, por tanto, el comercio de armas, la relación de este último con el problema de la dependencia, las guerras periféricas, etc.
En el segundo, el subrayado de las relaciones recíprocas entre la confrontación/choque Este-Oeste y la confrontación/choque Norte-Sur, la influencia de la radicalización de las relaciones entre las grandes potencias sobre el proceso de liberación de los pueblos del “sur” (pero también el de democratización y transformación que se está produciendo en numerosos países del “norte”).
En esta línea de reflexión y confrontación interna, la Liga también ha desarrollado formas de relacionarse con otros protagonistas. Fundamentalmente con fuerzas políticas y sociales, con otras organizaciones internacionales similares (ONG de derechos humanos, desarrollo y paz) y con los movimientos pacifistas autónomos que se han desarrollado en Europa (tanto en Occidente como en Oriente), pero también en Estados Unidos (el movimiento “freeze”) y Japón.
La presencia de la Liga (de sus secciones locales, de sus militantes) en los debates y actos promovidos por y con las fuerzas políticas y sindicales sobre el tema de la paz forma parte de la rutina diaria de nuestra intervención y se mide esencialmente en el esfuerzo por llevar el debate sobre las causas de la persistencia y el aumento de la tensión internacional y sobre la estrecha interconexión entre el proyecto de paz (para todos) y el proyecto de desarrollo (para todos).
La confrontación con otras organizaciones internacionales nos ha llevado estos días a Ginebra para participar en la conferencia de ONG sobre la “Campaña Mundial para el Desarme” con propuestas propias, algunas de las cuales se incluyen en los documentos finales.
La adhesión al llamamiento a la paz de la Fundación Russell nos permite una relación permanente (2) con los movimientos pacifistas europeos y no europeos caracterizada por el compromiso de oponerse a una visión eurocéntrica del problema y el esfuerzo por superar el discurso del equilibrio de los misiles para plantear el del derecho de los pueblos a decidir sobre su propia seguridad y la forma de alcanzarla.
El tema unificador de los modos de intervención de la Liga (tal como aparece al menos en esta fase del debate interno en el ámbito internacional como en las ligas nacionales) es la acentuación de la voluntad emergente por parte de los pueblos, no llamados a negociar ni a “consultar”, de hacer valer su derecho al no alineamiento. Este último tema propuesto a la confrontación interna y externa de la Liga y cuyas primeras referencias se encuentran en la “Carta de Argel” y, más recientemente, en el mensaje de Nueva Delhi (3).
Algunas de las cuestiones que se debaten en la Liga figuran en el documento preparado para la citada conferencia de ONG sobre la “Campaña Mundial para el Desarme” que reproducimos a continuación.
Notas para un documento común con las ONG por la paz
Las siguientes consideraciones consideran conocidas y compartidas las posiciones adoptadas en varias ocasiones por ONG comprometidas con el problema de la paz y el desarrollo. En particular, se refieren a las “70 Propuestas de Acción” formuladas al término de la Conferencia Internacional de ONG sobre Desarme y Desarrollo celebrada en Bruselas en abril de 1982.
La crisis mundial endémica de las relaciones internacionales y la tensión permanente entre las principales potencias del mundo inducen el crecimiento constante del arsenal militar mundial y, al mismo tiempo, su fortalecimiento.
Cualquier intento de identificar vías de actuación que conduzcan al desarrollo de una política de desarme debe medirse con las causas y la naturaleza de la situación que caracteriza hoy el estado de preparación para la guerra.
Nos parece que entre las causas determinantes dos, interrelacionadas, cobran especial importancia. En primer lugar, la producción de armas con un alto nivel de sofisticación tecnológica es una actividad altamente remunerativa y tal que constituye una “fuerza motriz” dentro del sistema de producción global. Dicho de otro modo, las armas (mejor: los sistemas de armas) que hoy son el centro de interés de los principales países del mundo constituyen (en la medida en que son susceptibles de producir elevadas tasas de beneficio más allá de su uso real) un sector privilegiado de la producción capaz de sostener y potenciar la fabricación de bienes similares independientemente de la utilidad que puedan tener para el progreso real de la humanidad.
En segundo lugar, pero al mismo nivel de importancia, cabe señalar que la propia naturaleza, cantidad y calidad de los conocimientos y técnicas incorporados a los “sistemas de armas” que constituyen el “nivel avanzado” de armamento actual, y las modalidades de su eventual utilización, conducen a una inversión de la relación entre medios y fines que invierte el sentido mismo de la estrategia. Más claramente, el propio concepto de estrategia implica una relación entre los fines que deben alcanzarse (por ejemplo, la seguridad, la hegemonía sobre una zona del mundo) y los medios (armas nucleares y convencionales), donde los segundos deben estar siempre determinados por los primeros.
Hoy en día, la complejidad de los “sistemas de armamento” que se han establecido o se están estableciendo tiende a condicionar cada vez más la política económica y social de los Estados que producen esos sistemas de armamento, de modo que los propios objetivos originales se vuelven irrelevantes para el incesante desarrollo del armamento en el mundo.
La medida de “ensañamiento” que caracteriza concretamente a las grandes potencias mundiales deja sin sentido el concepto mismo de seguridad frente a posibles adversarios. Por el contrario, el inmenso potencial de destrucción que ya está en manos de los principales Estados del mundo debería convencernos de que cada Estado dirigente ya no tiene la capacidad de garantizar el mantenimiento y el fortalecimiento de un sistema económico, político y social frente a otro, sino la responsabilidad de la existencia misma de toda la población del planeta.
Así que, en realidad, la disuasión ha alcanzado tales umbrales que su eficacia queda anulada.
De estas condiciones se derivan graves consecuencias para todos los pueblos del mundo. Consecuencias que afectan en perspectiva, por supuesto, a la posibilidad misma de la supervivencia de la humanidad como tal, pero también consecuencias que actúan hoy y de inmediato, es decir, antes de que la amenaza de guerra se convierta en una trágica realidad. La primera de estas consecuencias es que la elección de un crecimiento ilimitado del potencial militar, predeterminando de hecho la dirección de qué y cómo producir hoy y en los años venideros, reduce la posibilidad de que todos los pueblos del mundo (del primero y del segundo, así como del tercer mundo) elijan de hecho qué tipo de existencia quieren construir y qué tipo de sistema político económico desean seguir. Es decir, el tipo, modo y cantidad del sistema armamentístico actual limita (o anula) de hecho la posibilidad de que la mayor parte de la humanidad elija su modo preferido de existencia (e incluso la posibilidad misma de existir).
Es más, la naturaleza de los conocimientos necesarios para comprender las formas en que se producen y despliegan los “sistemas de armas” sobre el terreno excluye de hecho la posibilidad de que los pueblos de todo el mundo intervengan en las elecciones y ejerzan un control democrático sobre las decisiones que afectan al derecho a la vida y al tipo de vida.
En general, no existen mecanismos institucionales que permitan a los pueblos, incluidos los de los Estados dirigentes, intervenir en las decisiones relativas no sólo a la paz y la guerra (es decir, la vida y la muerte), sino también al futuro modo de vida según objetivos y planes elegidos libre y democráticamente.
En realidad, el estado actual del armamento mundial se gestiona bajo una “tecnocracia” prácticamente incontrolada e incontrolable (si no salen a la luz nuevos hechos), y no sólo en lo que se refiere a la “seguridad”, sino también a los hechos relativos a cualquier otra decisión importante para la vida “de los pueblos”.
Todo esto plantea a las ONG, a cada ONG, el problema de qué hacer ante estos aspectos de la realidad mundial, cómo hacerlo y qué tipo de estrategia común pueden identificar para actuar de acuerdo con los fundamentos mismos de su razón de ser.
Creemos que, respecto a estas cosas, la tarea primordial de las ONG es reivindicar el derecho de los pueblos a ejercer el poder de codecisión y control sobre todo lo que afecta a su existencia. Decir esto significa que las ONG deben promover iniciativas destinadas a afirmar y reivindicar el derecho de los pueblos a la no alineación en alineamientos imaginarios realizados sin su participación. Más explícitamente para reivindicar el rechazo de una lógica, la de los bloques opuestos, que se revela cada vez más perniciosa para el destino de todos. Nos parece que las ONG pueden ponerse de acuerdo en al menos tres líneas de acción común:
1) Utilizar su capacidad e influencia para producir una vasta campaña de información sobre los “sistemas de armamento” (y las consecuencias de su uso) y sobre la relación entre la política de armamento y el sistema de producción (en todas sus implicaciones);
2) Ejercer directamente todas las formas posibles de presión en los foros institucionales existentes (pero también encontrar vías para intervenir en aquellos foros de los que normalmente se excluye a las ONG e incluso a las representaciones de la mayoría de los pueblos) con el fin de afirmar el derecho de participación en toda decisión que afecte a la existencia y al modo de existencia de los pueblos;
3) Desarrollar y ayudar al proceso de movilización de masas ya presente en varias partes del mundo para que los pueblos recuperen el derecho a decidir qué estrategia debe aplicarse para garantizar realmente su seguridad.
La realización de estos puntos pasa por la puesta en marcha de formas permanentes de coordinación entre ONGs y el desarrollo de una acción coordinada de información no manipulada en los países del primer mundo, pero también por la utilización de los canales que ya poseen las ONGs para el fortalecimiento de procesos de contrainformación en los mismos países del llamado tercer mundo cuyos gobiernos prefieren poner en marcha una política de desinformación sistemática.
Notas:
1 El tema se abordó en la conferencia organizada por la Liga en Milán, en febrero de 1981.
2 Así, participamos en el Convenio de Bruselas de 1982 y en el de Berlín de 1983, y más recientemente en la reunión del Comité de Enlace celebrada en Bruselas el pasado mes de septiembre.
3 7ª Conferencia Cumbre de los Países No Alineados, 7-12 de marzo de 1983.
en: Peuples/Popoli/Peoples/Pueblos, n.ro 2 (Septiembre 1983)