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Una biblia del derecho de prensa

    Jean-Claude Zylberstein

    en Léo Matarasso, Seminario del 6 dicembre 2008, Cedetim, Parigi

    Conocí a Léo Matarasso en otoño de 1973, cuando comencé mi formación jurídica con Georges Kiejman, con quien compartía un local en el número 29 de la calle Tournon de París, a dos pasos del Senado.
    Leo era el factor de equilibrio, o si se prefiere, el “pacificador” de esta feliz familia, a veces marcada por la irritación de uno u otro, como suele ocurrir en los bufetes de abogados.
    Creo que me beneficié enormemente de su compañía: a diferencia de Georges K., que se apasiona y es capaz de identificarse con su caso, el ejemplo de Leo me hizo ver que es útil poder distanciarse de un caso y -sobre todo- de un cliente.
    Todavía recuerdo las tardes que pasábamos juntos en la biblioteca del bufete, donde hablábamos de derecho de prensa -su campo favorito-, pero también de literatura o de pintura -su cultura no tenía límites, y todavía puedo oír su voz con su delicioso acento, que todo el mundo recuerda, diciéndome cuando me desesperaba por no haber memorizado un artículo del código civil o la ley de derechos de autor: “No intentes memorizarlo: ¡cuando lo hayas memorizado, el texto habrá sido cambiado!” Solía decirme cuando le contaba mi consternación cuando a una directiva de tal o cual persona le seguía otra contradictoria: “Es como en el ejército, antes de cumplir una orden, ¡espera la contraorden!”
    Rápidamente me independicé y dejé la calle de Tournon en 1976 para montar mi propio negocio, pero nunca perdí la oportunidad de visitarle y, si era posible, de hacer algún trabajo para él en el juzgado cuando se cansaba con la edad. Pero fue valiente hasta el final y recuerdo el respeto con el que los magistrados le escucharon.
    Cuando me enteré de que iba a cerrar el negocio, fui a verle y, como estaba dispuesto a deshacerse de su precioso archivo de derecho de prensa -una auténtica biblia en la materia-, le dije que sería un honor para mí si aceptaba confiármelo. Y así me convertí en el afortunado custodio de cinco grandes carpetas de tela amarilla con correas, que había utilizado muchas veces para mis casos de derecho de prensa, un derecho con un procedimiento tan particular y del que Leo Matarasso había sido uno de los maestros.

    Zylberstein, Jean-Claude

    en:

    <strong>Léo Matarasso,
    Seminario del 6 dicembre 2008, Cedetim, Parigi
    Milano, maggio 2009</strong>

    Etiquetas:

    Léo Matarasso